Diría que fue cierto bingo de mi ciudad, el que desarrolló en mí la adicción. Era perfecto para mi necesidad de escape y aislamiento. Lejos de mi casa y de mi trabajo. Podía ir a altas horas de la noche (estaba de Baja por unas hernias discales), cenar, estar tranquila, pensar sin ser interrumpida, encontrar el bálsamo a las heridas de los últimos años.
Sí, porque lo que se dice ir al bingo, iba desde siempre. Cuando cumplí los 18, fui con madre y una amiga, a "estrenarme". Durante años, sólo íbamos en cumpleaños y algún día suelto. Podían pasar 6 meses o 2 años sin ir, y nunca lo eché de menos, incluso a veces me negué a la propuesta de ir allí. Nunca tuve mucha suerte en los juegos de azar, así que como perdíamos el 98% de las veces, me dolía tirar el dinero. Incluso era de las que siempre se negaba a "echar la última", porque nunca veíamos los frutos de esas inversiones terminales.
Desde que me notificaron, en la mitad de la treintena una grave enfermedad degenerativa, cuando llevaba tan solo 1 año disfrutando una plaza conseguida en una oposición, tras años de esfuerzos, he llorado mucho estos 8 años. En ese momento, comencé a construir, lo que yo he dado en llamar, “MI SILLA BINGUERA”. Carpintería de 1ª: asiento, respaldo y la 1ª pata.
Había confesado a madre y hermana, que en mi caso, las visitas al bingo se habían convertido en adicción, que debía mucho dinero, y que si me autorizaban a hipotecar la casa de mi madre (realmente la de todos, desde que con 43 años, murió mi padre de un infarto, y trabajamos sin descanso hasta poder acabar de pagarla), para poder reunificar los pagos, y salir de la pesadilla. No quería que mi hermano se enterase, porque sabía que la montaría. No estuvieron de acuerdo, y así, sin consultarme día, me encontré en una encerrona, un domingo que fui a comer a casa de mi madre. No le habían dicho el por qué de la llamada que me obligaron a hacerle, para informarle del tema de la hipoteca, porque esperaban que yo lo hiciera.
El día elegido, el domingo 24 de abril de este año, día del cumpleaños de mi madre, y por consideración, día que no consideraba oportuno tratar este tema, se “olvidaron” de decirle a mi tan “temido” hermano, que ellas habían sido, no cómplices, sino compañeras de muchas timbas. Tras casi 2 horas de un esfuerzo supremo por retomar el control de mi cuerpo, en las cuales pensé por 1ª vez en mi vida en tomarme un tubo de pastillas y acabar con todo, intentaba encauzar unos síntomas no padecidos hasta ese momento, y que ya no han desaparecido. Hice el esfuerzo de levantarme a comer. Ellos esperaban en el salón, supongo que oyendo el lejano sonido de la voz de mi madre, repitiéndome una y otra vez que me levantase, qué cómo les estaba yo haciendo “eso” a todos; que si no me daba cuenta que mis hermanos se iban a cansar; que si no era consciente que mi hermano no se iba, hasta saber de una vez por todas, qué me pasaba. Me dijeron él y mi hermana, varias veces, que viese que a pesar de lo que creían y pensaban sobre mí, ahí estaban, y ahí seguían. ¿Qué pensaban?
Mientras, yo me encontraba embargada por el dolor físico de mi enfermedad, al que se añadía un profundo dolor psicológico, fruto del largo proceso de acoso laboral al que llevo sometida desde hace 3 años, tras notificar el diagnóstico de mi enfermedad en mi empresa, y tener que ser así, obligado testigo de las inmundicias que muchas personas llevan tatuadas invisiblemente en sus mentes, y que les hace congratularse cuando consiguen el hundimiento del objetivo puesto como meta, porque al igual que en una máquina “tragaperras”, eso “puntúa” a su favor. Da igual, si con ello se está intentando tirar por tierra lo conseguido en una larga y muy dura vida laboral. Son los “vampiros laborales”, en busca de la renovación de sus contratos, a costa de “forzar” ILT’s a otros, uniéndose si son mayoría, para buscar “depresiones ajenas, así todos felices: ellos por la renovación de sus contratos, y su víctima, el “retirado”, pues según ellos también, pues sigue cobrando. Ahí fue cuando construí la 2ª pata de mi silla. Ya tenía asiento, respaldo, y 2 patas.
Pero incluso ese daño, no era ni es comparable, al producido por la pérdida de mis 2 grandes amistades, consideradas como hermanas, durante más de 25 años. A las personas que siempre fuimos fuertes, organizadoras de todo tipo de eventos (salidas, viajes, carnavales, etc…), resolutivas ante cualquier tipo de problema, y con la garantía de que el 100% de las veces no faltábamos a citas, salidas, comidas, hospitales o entierros, no se nos perdona el demostrar nuestra vulnerabilidad, y a pesar de recibir una ayuda del 100% cuando me diagnosticaron mi enfermedad, el paso del tiempo, y el avance de la misma, acaban por quemar a los demás. Máxime cuando es una enfermedad “sin fin”. Esta sangrante vivencia, me hizo construir la 3ª pata de mi silla, a pesar de ser consciente que gran parte de la culpa era mía. Pero el gran dolor añadido de la muerte del marido de una de ellas, hace casi 2 años (amigo mío de la niñez), no hizo sino aumentar el pesar que ya arrastraba.
Esto se está alargando demasiado, y para seriales, los de la televisión. Resumiré diciendo, que acabé confesando el por qué de la construcción completa de mi silla. Aquello que aún me avergonzaba más contar. Lo padecido con mi expareja, que lo cuento como respuesta a “Cósmica”. Así fue como puse la 4ª pata a mi silla, junto con apoya-brazos . ¡YA tenía abono BINGUERO!.
Han pasado 21días, y así llegamos al pasado domingo, en el que se me ocurre llamar a mi tía, única hermana de mi padre, y de las pocas personas, con las que creí que podía contar, ya que además, es solo 15 años mayor que yo. Esperaba un poco de consuelo, apoyo, un hombro en el que llorar, notar calor, cariño… Y lo primero que me dijo, es que ya sabía yo que me quería mucho, pero que no podía ayudarme económicamente. No la había pedido nada, y nada quería, solo compañía, y alguien con quien hablar. Y aquí estoy, más sola que la una, arrepintiéndome de mi infructuoso sacrificio, después de haberme cogido 1 semana de vacaciones para ver si había algún Banco misericorde. Pero nada. Mañana empezarán a llamarme otra vez de todos los sitios, y no sé que voy a hacer.
Perdonadme la extensión, pero con alguien necesitaba desahogarme. Gracias a los que hayáis tenido la paciencia de leerlo al completo.
Alternova
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