Escrito el: 10 de Setiembre de 2008 a las 12:14
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Con dieciséis años, estudiante brillante, ingresé en el Instituto. Los dos primeros años, arrojaron un balance desigual: sobresaliente en todas las evaluaciones de Lengua, Literatura, Historia y Filosofía; suspenso continuado en Matemáticas, Física y Química, recuperados in extremis en la suficiencia de septiembre, no sin cierta benevolencia personal de algún profesor, lo confieso.
Tercero de BUP, hay que escoger rama: o ciencias puras o letras puras o ciencias mixtas. En efecto; dados mis antecedentes, era obvio que me decantaría por las letras. Sin embargo, un nosequé de soberbia no dejaba de impulsarme por otros pensamientos: ya que sé que soy bueno, muy bueno en una faceta, no necesito perfeccionarla, podré cultivarla por mí mismo sin mayores problemas. Así, que lo que voy a hacer, es enconarme en alcanzar el mismom nivel con las ciencias. Alimentaba aún más esta idea, el hecho de que no siempre había sido tan desastroso mi rendimiento. En cierta ocasión, examen parcial, tema: la recta, mi calificación fue de 10, único en la clase, superando incluso al infalible de turno que todos hemos conocido. Si lo pude lograr en una ocasión, no hay razón para creer que no lo pueda hacer más veces: lucha, tesón, esfuerzo... y paciencia.
Escogí, pues, ciencias puras y dediqué todos mis esfuerzos, mi tiempo y mi capacidad a la tarea.
Repetí durante dos años tercero de BUP y, durante otros tres, el COU, finalizando el Bachillerato con la nota más justa que se puede obtener.Pero lo hice. Y me dije que por qué razón no podía contiuar con lo empezado. Tocaba, entonces, Selectividad (examen de ingreso en la Universidad). Yo ya había determinado cursar la carrera de Ciencias Exactas, o sea, matemáticas puras. Porque seguía creyendo que era capaz de hacerlo, como el examen de la recta. Exigían una nota bastante alta para poder entrar en la facultad, y yo emplee otros cuatro años hasta conseguirla. Pero lo hice.
Con veintisiete años inicié la carrera. Hoy tengo cuarenta y tres y la semana que viene me examino de dos de las asignaturas pendientes que aún me quedan de primer y segundo curso, a ver si puedo llegar a tercero, por lo menos.
Entretanto, han ocurrido muchas cosas. Personalmente ya no me interesa la literatura, ni la historia ni esos coñazos de libros aburridos. Solo espero terminar estos estudios para poder iniciar otros más excitantes: quizá una ingeniería o algo así. Vivo satisfecho: tengo esposa e hijas que no me molestan para nada y una familia un poco pesada que insiste en que deje esto ya, pero yo los comprendo: lo hacen con buena intención, pero no saben nada.
Añadiré que, hará unos diez años, desarrollé una enfermedad: la ludopatía que, además de cuadrar perfectamente con mi historia, me convirtió en un mentiroso. Pero no tanto como para afirmar que todo lo narrado es auténticamente cierto, escrito por mis propias mas, las de mi alter ego.
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