Escrito el: 18 de Junio de 2007 a las 21:04
|
|
|
Tendría 13 o 14 años. Empezaba a fumar y a frecuentar compañias mayores que yo. Era habitual de un bar donde era perfectamente lícito que un niño como yo, de 13 o 14 años, fumase y pudiese jugar a la máquina del bingo. Yo no jugaba pero solía ver a mis amistades de aquellos tiempo. Lo mejor de cada casa. Yo no tenía mucho dinero, quizá 100 o 200 pesetas a la semana. Siempre invertidas en cigarros sueltos. Y claro, siempre contando mentiras en casa. A esa edad pensaba que era un estupendo contador de mentiras. El tiempo me ha quitado la razón.
Pasaban los días y me pasaba horas viendo jugar a la gente a la máquina del bingo. Hasta que llego un día que yo jugué. No recuerdo si tocó o no tocó. Seguramente no, ya que muy rara vez tocaba, pero aquello fue el comienzo de mis problemas. Empecé a robar en casa. 1000 pesetas hoy, mañana 500, optro día 300, otro 2000. Y no pasaba nada, o ante la duda no me decían nada. Hasta que empecé con las 5000 o 10000, incluso 30000. Un niño de 14 años con 30000 pesetas de hace 20 años. Era el rey del bar y admirado por aquellos que para mi eran mis amigos, o eso pensaba yo. En cualquier casa normal, esas cantidades se notan así que al poco tiempo fuí sorprendido por mis padres jugando y fumando a la vez. No daban crédito. Ni que decir tiene, que siempre perdia.
Fuí a psicólogo. Y en casa un control exhaustivo. Dinero limitadísimo, control de las amistades, y una familia volcada. Me ayudó, y mucho. Mi vida cambió. Cambié de amigos y empecé a salir con la gente que hoy en día siguen siendo mis amigos y me olvidé del juego. O al menos, eso pensaba yo.
|