Escrito el: 16 de Agosto de 2007 a las 18:55
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Un joven paciente, con el que coincidí en la terapia grupal, cuando alguno de los participantes confesaba una nueva recaída, decía con plena convicción y seguridad y (a mi jucio) con toda razón que eso ocurría porque no se lo tomaban en serio. Aunque la frase, de tanto uso cotidiano, ha terminado perdiendo su verdadero sentido, no por ello deja de ser fundamental.
Tomarse la ludopatía en serio no significa cambiar el gesto del rostro, fruncir el ceño, aspirar hondo y decir para los adentros: "se acabó, esta vez va en serio". En el mismo momento en que alguien toma la determinación de no jugar, todas, absolutamente todas sus energías, las físicas, las mentales y las emocionales, han de ponerse a la entera disposición de esa decisión.
Hace ocho años, cuando terminaba mi jornada, quedábamos en el bar unos amigos para tomar unas cervezas. Os aseguro que, como un ciudadano más, disfrutaba del aperitivo entre las risas, las charlas y todo eso. Inevitable lanzar alguna mirada furtiva a la gente que jugaba a la máquina, sin ninguna intención, solo porque estaban en mi campo visual o porque me daba cuenta de que llevaban mucho tiempo delante de la máquina, o porque me llamaba la atención la musiquita, el sonido de los rodillos, las voces mecánicas que salían de dentro, el tintineo de las monedas... Yo no tenía ni idea de jugar, pero ni idea. Si alguna vez metía una moneda, me quedaba parado, con cara de pardillo, mirando arriba y abajo mientras el duendecillo de dentro me decía: "avances, uno, dos, tres...". Tocaba el botón equivocado o de pronto se detenía todo y yo no sabía qué pasaba. Si salía algo lo recogía y me iba sin entender nada y si no salía, tocaba todos los botones por si acaso, me encogía de hombros y me volvía a mi barra sin más.
Con el tiempo empecé a coincidir con una persona que, al recoger las vueltas de la ronda, la metía en la máquina. Solo eso, la vuelta. No recuerdo si alguna vez ganó algo importante o no; sí sé que yo no participaba y que si le tocaba algo, enseguida le instaba a que la próxima la pagaba él, de broma claro. A veces, después de meter su vuelta, nos decía que jugáramos a medias entre todos. Recuerdo nítidamente que mis palabras eran: "venga, tío; pero si eso es un engaño, nunca ganas". Pero él insistía. "prefiero gastármelo en botellines -le replicaba yo- que al menos cunden más".
Supongo que en una de tantas ocasiones debió de tener suerte. Y supongo, también, que inconscientemente algo se activó en mi cerebro (ambición, envidia, egoísmo....). No lo sé, pero mirad si es un tema de reflexión y debate. El caso es que de pronto me vi participando en aquello. Jugábamos a medias y siempre cantidades tasadas. A veces salía y a veces no. Luego, hubo una buena racha en que todos o casi todos los días salíamos con "beneficios" (tomaoslo irónicamente, por favor). Y por fin llegó el "gordo".
Aquello era nuevo, excitante, sorprendentemente sencillo... me sentía suertudo (no afortunado), invencible, seguro, poderoso, inteligente... Cómo no me había dado cuenta antes de ello. Podía beber y comer y muchas cosas más solo con "invertir" unas monedas. Además el solo hecho de colocarme frente a la máquina me producía una inusual sensación de aventura, de reto, de desafío para el cual no solo estaba preparado, sino convencido de la victoria.
A partir de entonces fue un acto diario. Qué importaba si no salía nada; aún tenía remanente de la vez anterior, no perdía nada; solo dejaba de ganar. Y recuerdo que la racha continuó. Pero lo que jamás se me borrará de la memoria es que, en un momento dado pensé: "¿y por qué voy a compartir con este?. Si en realidad el que tiene suerte soy yo". En ese momento, cuando ya sabía manejar las teclas perfectamente y los hados me acompañaban fielmente, empecé a jugar solo.
Durante estos años, he pensado y hecho muchísimas cosas. De un modo caótico y raro, he elaborado algunas teorías. Una de ellas es "la teoría de la frontera". Por los datos que conozco, sé que hay gran cantidad de ludópatas. Unos lo son "oficialmente" (reconocidos, de algún modo) otros lo son pero no figuran en las estadísticas oficiales (serían estimativos) y otros están en serio riesgo de serlo. Los dos primeros, son los que "han cruzado la frontera" y los otros los que están a punto de cruzarla. Mi teoría es que, una vez traspasada, ya no hay vuelta atrás, no existe camino de regreso, para nadie. Solo quien no lo hizo, puede volver a ser el que fue; los demás, hemos entrado en un territorio que abre mil caminos, pero ninguno de vuelta. Concienciarse de ello es vital. Yo crucé la frontera aquel día y he transitado por muchos senderos, casi todos erróneos. Pensemos en ese momento, en el momento del paso definitivo. Para que los que vayan a darlo no lo hagan y para que los que lo dimos no tratemos de volver; hacia adelante es el camino.
Os pido disculpas por la extesión y el estilo, pero es el que me gusta. También os pido paciencia (virtud entre las virtudes). En cualquier caso, dejo estas palabras para reflexión mía y vuestra y por si sirven.
Sé que os preguntaréis por mi situación actual. Bien. Desde agosto del año pasado he vivido cuatro meses de abstinencia, una recaída de un día, otros seis meses de abstinencia, mes y medio de juego esporádico y ahora cuatro días más de abstinencia. No voy a decir que esta es la definitiva "en serio". Pero el foro me va a venir muy bien, lo prsiento y lo sé. Espero que a vosotros también os complazca mi aportación.
Un saludo y hasta pronto, seguro.
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